Perder para poder sumar.

Que se gana. Que se pierde.
Da por seguro que la lista de lo que se pierde puede ser inmensa, si, porque es lo conocido.
Lo conocido te lo sabes de Memoria. Lo enumeras una y mil veces.
No solo lo conoces sino también sabes las sensaciones que estas costumbres, cosas, personas te hacen sentir.
Y ganar, es incierto.
 No llegas a contarlo con los dedos de la mano, porque no sabes y eso es lo que mata y desespera, no saber.
Esa manía de querer todo controlado. Todo bajo control.
Todo ahí pensado.
Se venga la tormenta que se venga uno ya sabe.
Cuando uno gana.. No sabe que esta ganando.
Nadie suma sin restar y eso es lo más complicado.
Queremos todo. Aún si ese todo nos parte en pedacitos. Aunque no nos haga bien, aunque saque una versión nuestra que no nos gusta, en la que no nos reconocemos o al menos no queremos ser eso que vemos en el espejo.
Y así vamos. Queremos todo, con tal de no perder nada, de no sentirnos raro ante lo diferente que veníamos viendo.
Nos abrazamos a lo que nos duele, porque mirá si lo nuevo duele peor?. Al menos a este dolor ya lo conozco.
Qué espanto. Yo quiero elegir creérmela, sí creerme que puedo más.
Despues de todo, los miedos son solo miedos no? Pero como espantan..
No quiero mirarme al espejo y no gustarme.
No importa si para el resto esta bien así. Para mi no, y eso debe ser suficiente.
Como dicen, el que no se conforma sabe que puede doler.
Mejor dicho se que se me viene una pared que digo pared... Un edificio entero. Pero quizás el tiempo que dure en juntar todos los puntos pedazos sea el mejor regalo que me puedo dar a mi misma.
Después de todo uno mismo es el que mejor se conoce, para hacerse un buen regalo.
 Elegir. Aprender a elegir de una vez por mi misma. Y confiar en eso.

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